En un mundo en donde el ajetreo
diario no nos deja tiempo para nosotros, en donde tener la oportunidad de “sentir”
parece un lujo; un mundo en el que los sentimientos, las emociones, las
sensaciones, son síntomas de vulnerabilidad; un mundo en el que la gente crea
barreras para sentirse a salvo porque cree que mostrarse vulnerable es un síntoma
de debilidad, cuando en realidad toda persona que es capaz de mostrarse
vulnerable lo que en realidad demuestra al mundo es su fortaleza, ya que está
tan segura de su equilibrio emocional que no teme mostrarse tal y como es, sin
miedo a que la juzguen; un mundo en donde las personas altruistas o con un alto
sentido de humanidad son admiradas pero no imitadas; en un mundo en donde las
personas que quieren simplemente crecer e iluminar otros caminos sin ambiciones
materiales son vistas como “románticos” de la vida.
En ese mundo, también pasan cosas
mágicas, inexplicables, encuentros o momentos que nos descolocan, que nos hacen
plantearnos nuestra propia existencia, momentos en los que pareciera que el
universo confabula de una manera que desde lo racional, en la mayoría de casos,
no tiene sentido. Y casi sin darnos cuenta, allí nos encontramos, sintiendo una
conexión con otra persona que no podemos explicar a nadie, y mucho menos a
nosotros mismos. En este mundo nos han enseñado que esa “atracción” la debemos
llamar “amor”. Pero inevitablemente, llegado el momento yo me pregunto: ¿Qué es el amor? ¿Qué es para ti el amor?
Muchos
son los casos que creen conocer lo que es el amor, porque han tenido diferentes
relaciones personales, y las sensaciones que han tenido al vivirlas han hecho
que el concepto que tienen del “amor” sean justamente “esas sensaciones”. Pero
lo curioso, que llegado el momento de encontrarse con esa persona que te
descoloca, porque las sensaciones y emociones son como una montaña rusa, porque
nunca has experimentado nada que se le aproxime en lo mas mínimo
independientemente de tu edad, justamente en ese preciso instante, te das
cuenta que supera cualquier concepto que puedas tener anteriormente del amor, y
es cuando te replanteas el significado.
Por
una parte tengo claro que para que una relación funcione, se tienen que dar como
mínimo tres circunstancias: que te atraiga la forma de ser y personalidad de la
otra persona, que te atraiga físicamente, y por último, pero no menos
importante, que se encuentren en el mismo momento de la vida; no sirve una sola circunstancia si no se tiene el resto.
Releyendo
el párrafo anterior, puede parecer muy básico el concepto, evidentemente hay muchísimos
más matices, pero eso es lo que nos han enseñado de pequeños y por lo tanto estamos
pre programados de esa manera. Aquí es donde se genera nuestro descoloque, ¿qué
sucede cuando nos encontramos con esa persona que rompe todos nuestros esquemas?
¿Qué sucede cuando experimentamos emociones que se encuentran fuera de los
conceptos del amor que tenemos pre programados?
Ese es justamente el momento mágico,
en donde tenemos la sensación de que el universo coloca todas las fichas de una
manera exacta para que todo encaje, no se puede explicar, no intenten hacerlo,
porque querer explicarlo sería desde lo racional, y justamente el momento o el “encuentro”
es de todo menos racional. En ese preciso instante te das cuenta que quieres
pasar el resto de tu vida con la otra persona, pero sin condiciones, sin
pedirle nada a cambio, simplemente “dando” amor. Todo encaja de una forma fuera
de lo habitual, “anormal” podríamos decir si llamamos “normal” a lo que tenemos
pre programado. Llega en el momento justo, sin avisar, en el momento en el que
ya hemos aprendido a ser felices solos, así la compañía es una cuestión de elección
y no de necesidad.
Un gran amigo, una vez me dijo: “Cuando
hay una atracción, en muchos casos disminuye con el paso del tiempo por una cuestión
natural, química mejor dicho, pero cuando hay “admiración” ya no hay vuelta atrás”.
No comprendes como se ha dado
todo para que finalmente tu camino se cruce con el de la otra persona, la conexión
entre ambos supera todas las barreras, la física y la espiritual, notas que vuestras
almas se entienden a la perfección y que puedes ser tú mismo, sin miedos, independientemente
de las circunstancias, las cuales en algunos casos creemos que son de una
determinada manera para ponernos a prueba, para comprobar ese “amor”, pero el
universo NO las puso allí como un obstáculo a superar ni para que sean una
prueba de amor, está seguro que la conexión que hay supera toda circunstancia,
las puso allí para hacernos crecer, individualmente.
“Harías cualquier cosa por esa
persona. Cuando uno quiere de verdad a alguien está dispuesto a hacer lo que
sea, no mide lo que recibe, sino que da, y cuando das haces feliz a la otra
persona, y tú te sientes feliz por dar y ver que logras hacer feliz a la otra
persona. Ésa es la clave. Si pones a la otra persona primero y te preocupas por
satisfacer sus necesidades, sus aspiraciones, si de verdad te entregas, ocurren
milagros. Una pareja nunca puede ir mejor como cuando los dos se comprometen a
satisfacer las necesidades del otro”. Javier Iriondo en el libro “Un lugar llamado destino”.
Tal como dice mi amigo Javier en
su libro, el secreto reside en “dar”, y una parte de esa conexión mágica que
tenemos con la otra persona es darnos cuenta o sentir que lo único que queremos
es “dar”, que nuestra pareja sea feliz, sin ninguna sensación de posesión,
justamente todo lo contrario, el amor es “libertad”, es recorrer un camino
juntos pero sintiéndose libres en todo momento, en donde los sueños se
complementan, no se reemplazan, bailando juntos al son de la vida.
Llegados a este punto, tengo
claro que ojalá todo el mundo pueda experimentar en algún momento de su vida,
esa mágica conexión, esa sensación que está fuera de todo lo que tenemos pre
programado, nos descoloca sí, pero para colocarnos en un lugar mejor, en un
lugar en donde los sentimientos nos hacen crecer, en un lugar de luz, en un lugar mágico que da más
sentido a la vida, un lugar al que llegamos con un billete solo de ida, porque
una vez que llegamos allí, nunca más volvemos a ser los mismos.
“El hombre no puede bañarse dos veces en el mismo río, ya que la segunda vez ni el agua
que trae el río ni el hombre son los mismos”.